Cuando me estrecho en la oscuridad
las fuerzas intestinales me pueden.
Me devoran la cabeza a trompicones
y me expulsan de un paraíso avasallante.
El pitorreo continuo y fugaz
se convierte en ligera inconveniencia.
Me abstraigo, y hasta me marcho,
mas cuando vuelvo la carcajada aun delata.
Y entonces me acuerdo, como siempre,
de que existen problemáticas varias,
y que por qué no lo he pensado antes
y que vaya un cenutrio estoy hecho.
Pues ahora es tarde - me digo,
y me remito a las prácticas diarias
dejando fuera las esencias tradicionales
y así soy un poco más feliz, que ya es algo.