23 de febrero de 2011

Como un Sísifo de piedra

Sin dotes de excelencia me acerco al que creo es mi destino.
Hace tiempo que dejé las luchas y aburguesé mis pretensiones.

La pasividad se instala en mi intestino,
que parece saber más que yo de la vida.
Y ante mi futuro me quedo inmóvil,
sabiendo de la inutilidad de mi trabajo.
Me vuelvo un Sísifo convertido en piedra.

Si los hechos no fueran malditos,
si mi condena no tuviera como punto de inicio
la tragedia de mi sino estúpido y adolescente,
si mi cabeza tuviera la capacidad de aprendizaje de mi niñez,
todo lo que cuento no sería más que palabra pasajera,
no sería más que pensamiento vano y divertido.

Pero las experiencias cada vez pesan más, se atragantan.
Por eso mi estómago ruge, como protesta por mi no saber hacer.

3 de febrero de 2011

Dime que haces y te diré quien eres

¿Qué debo hacer en este río sin destino?
Navego y navego y no llego a ningún lado.
No hay paradas, no hay puertos, no hay aldeas,
me aburro como farola de madrugada.
A veces ni siquiera me tengo a mi mismo.

Pero unos días, cuando sueño, cuando siento,
me despierto y me invento una vida,
me invento que hago cosas, que soy feliz.
En el fondo se que son solo eso, invenciones,
y que mi vida está más vacía que un tarro de galletas tras un desayuno infantil.

Pero entonces, cuando no hay más remedio,
cuando decido que mi voluntad puede con todo,
que el peor de los males no existe si no lo veo,
me digo que yo soy lo que hago, lo que digo,
que si yo me invento de tal forma, de esa forma seré.